View Colofon
Original text "Sonia ridică mâna" written in RO by Lavinia Braniște,
Other translations

Extracto de Sonia levanta la mano, de Lavinia Braniște, novela editada por Policrom en octubre de 2019.

Published in edition #2 2019-2023

Sonia levanta la mano

Translated from RO to ES by Luciana Moisa
Written in RO by Lavinia Braniște

Por estos lares la gente es muy desconfiada. Aunque tampoco sabe si en otro sitio la recibirían con los brazos abiertos. La gente por parte de él. Los del otro bando. No conoce en su círculo a ninguna pareja de las generaciones anteriores donde ambos sean amigos y no enemigos, aunque luego acaben juntos para los restos. En algún lado estarán los que serán amigos toda la vida e incluso después. Aunque esos pocos, y extremadamente afortunados, se esconden muy bien de los demás para que tú, joven, estés prácticamente convencido de que la persona que tienes al lado acabará por devorarte el alma. Si ambos se separan para luego rehacer su vida y hay hijos de por medio, acabarán siendo aún más enemigos. Es imposible, pero imposible, piensa Sonia, que la nueva pareja no odie esas reminiscencias de una vida anterior: los hijos.

A pesar de todo, ahí está subiendo las escaleras de un edificio sórdido y comunista, hasta el tercer piso, donde se detiene unos segundos. No para recuperar el aliento por el esfuerzo, sino para armarse de valor y llamar al timbre. Del hombro le cuelga una bolsa de tela y en la bolsa lleva un paquete de café del súper que sabe que no regalará porque no ha prestado atención y ha comprado cápsulas de cafetera en vez de café molido. Se ha fijado en el embalaje, que fuese bonito y especial. Ha mirado el precio, que no fuese barato. Aunque al final acabará pinchando las cápsulas con un cuchillo para aprovechar el café y tomárselo ella en casa del abuelo. Había ido, pues, con las manos vacías.

La cuarta mujer de su padre parece una viuda de libro.

Sonia esperaba que fuese diferente. Más elegante, más engreída y repleta de potingues.

La mujer, Anisoara, aún viste de luto y parece consumida por un dolor sincero.

La invita a pasar y se sientan las dos en el sofá del salón.

Ha recibido a Sonia por educación. Había accedido con la boca pequeña cuando la madrina se puso en contacto con ella, pero está claro que ya no le quedan energías para mantener una conversación y más bien está esperando a que Sonia le diga qué quiere y por qué ha ido.

No le ofrece nada.

Sonia tiene la costumbre de expresarlo todo con palabras. Para ella es importante manifestar lo que siente. Sin embargo, cuando expresas cosas que no están hechas para ser articuladas o cosas para las que el idioma sencillamente no tiene recursos, te arriesgas a enfocarlo de manera errónea. A veces parece peor de lo que es. Otras, le restas importancia. Y en ocasiones ya no te sale lo que querías y entonces te asustas o te quedas a medias.

Sonia había ido a la casa de su padre porque quería saber cómo vivió. Cómo era su casa, cómo era el lugar donde amanecía y al que volvía en busca de refugio. No obstante, ahora ya no sabe cómo reunir todo eso y responder a «¿por qué has venido?».

Quiere saber cómo huele su casa, al igual que quería saber cómo olían las oficinas del CNSAS cuando aún era muy ingenua y pensaba que al entrar en el archivo se te caían encima una tonelada de expedientes. Cuando pensaba que averiguar cualquier cosa era muy fácil. Opinar sobre cualquier cosa. Antes de saber que en el CNSAS tienes que especificar el motivo de tu visita y qué es lo que buscas exactamente, firmar muchos papeles y luego esperar durante meses el coche que trae los documentos del archivo. Que tienes que pedir permiso para hacer fotocopias. Jurar que los datos de carácter personal que te serán facilitados los usarás únicamente con el fin declarado.

Buscó una sensación de angustia y ahogo con la esperanza de que brotase algo. Un sentimiento.

El apartamento de su padre está casi vacío. Solo tiene lo estrictamente necesario.

Con la información que había recopilado de su madre, y sobre todo de su madrina, Sonia sabe que después del 89 su padre había estado trabajando en el ayuntamiento. «Estuvo metido» en el ayuntamiento, mejor dicho. También había averiguado que se pasó de un partido a otro unas cuantas veces y que en algún momento había sido el supervisor de los mercados en la pequeña ciudad de provincias. Su imagen, fluctuante en la mente de Sonia, se transformó de nuevo. ¿Por qué se cambió de partido? ¿Tan oportunista era? Ahora, al fijarse en el piso modesto, por extraño que parezca, la decepción es doble. Esperaba comodidades, incluso lujo. Si no, ¿por qué comprometer tu reputación en un mundo libre si por libre se entiende que «ya no es como antes»?

Intentó imaginar las conversaciones que habría entablado con su padre antes de las elecciones. Era la primera vez que hacía el intento de mantener ese diálogo con él y lo primero que se le pasó por la cabeza fue sobre qué habrían debatido en ese momento tan delicado de la campaña electoral cuando los hijos discuten con sus padres. Cuando en el seno de tantas familias un odio afilado se apodera de la gente, como si fuesen criaturas de la oscuridad, durante ese momento extraño que convierte a algunos en una especie de alimañas. ¿Habrían podido hablar de manera civilizada sobre la opción de cada uno?

Al hacerse mayor, estuvo casi siempre segura de que la presencia de su padre habría cambiado su forma de ser; la habría hecho más fuerte, más resistente frente a todo tipo de dificultades, como si la mera presencia de un hombre en casa inundase el aire de una especie de testosterona que las mujeres pudiesen tomar a voluntad a la hora de ponerse serias. Su madre no supo hacerla fuerte, sino todo lo contrario. Le echó a la espalda sus miedos e inseguridades, la educó con una mentalidad de mujer sola y desterrada. Lo único útil que la acompañaría siempre, cree Sonia, es saber ocultarse cuando quiere llorar.

Sin embargo, lo que hasta ahora había considerado verdaderamente como un factor de estabilidad, una especie de ancla —su padre—, de repente le parecía que podría haber sido un gran factor de desequilibrio. Tal vez las hubiese llevado incluso más a la deriva. Tal vez su madre había hecho lo correcto. No solo separarse, sino también esforzarse todo lo posible por mantenerlo lejos. Lo cierto es que Sonia nunca sabrá cómo habrían sido las cosas junto a él y que lo mejor que podía hacer era encomendarse a su madre. Depositar en ella toda la confianza que le había negado durante la juventud porque, insatisfecha consigo misma, había buscado culpables a los que enfrentarse y eligió a su madre, puesto que solo la conocía a ella.

Con él o sin él, puede que ella hubiese sido igual que ahora, igual de insensata e insegura. Incapaz de ser firme cuando tocaba imponerse e incapaz de rebelarse más allá de hacer añicos tu jarrón preferido. Al fin y al cabo, había leído estudios sobre gemelos que, separados al nacer y adoptados por familias diferentes, consiguen tener una vida sorprendentemente parecida. Estudiar ambos la misma carrera o divorciarse tres veces.

Al verla con las manos sobre las rodillas juntas y sin decir nada, Anisoara decide finalmente iniciar la conversación.

—Ya se lo he dicho varias veces a Claudia cuando ha venido por aquí. En el testamento solo me dejó el piso. Yo también se lo habría dejado a él si las cosas hubieran sido al revés, así lo firmamos en los papeles. No sé qué se imaginaba Claudia, no había manera de impugnar el escrito.

Sonia no contesta. No había ido para acusar a aquella mujer de haberse quedado con la casa. Tendría que haberla interrumpido para explicárselo.

—¿A usted la quiso? —pregunta en su lugar.

—Yo también he trabajado para tener esto y, además, tuve que aguantarlo —confiesa Anisoara con los ojos empañados.

—Perdón si la pregunta es demasiado indiscreta… Quería saber si… si era capaz de mostrar afecto.

—Tal vez quiso a las otras. Cuando era más joven… Tal vez a tu madre…

Todas las mujeres, esposas y chicas tienen la impresión de que las demás recibieron más cariño por parte del otro porque se niegan a creer que sea tan sinvergüenza.

Al fin y al cabo es así. Algunas personas no tienen vergüenza.

—¿Puedo echar un vistazo a sus cosas? —pregunta Sonia.

—¿Por qué?

—Por curiosidad… No se preocupe, solo he venido para eso. Para hacerme una idea.

—¿Por qué vienes ahora? ¿Por qué no lo has buscado cuando vivía?

More by Luciana Moisa

La llegada

Las cosas se fueron de madre la mañana de un domingo de agosto, en la que los primeros transeúntes de la plaza Parvis de Notre-Dame, empleados que trabajaban en los bistrós de la zona, avistaron el objeto. Era algo parecido a una bala gigante colocada en el suelo, con la punta mirando hacia la catedral y la base hacia la Prefectura de Policía. A simple vista, el proyectil medía cerca de veinte metros de largo y cinco de diámetro. Los camareros y propietarios se acercaron con curiosidad, lo rodearon, se encogieron de hombros y se marcharon a abrir sus restaurantes. Esto ocurrió sobre las siete....
Translated from RO to ES by Luciana Moisa
Written in RO by Alexandru Potcoavă

La trilogía del sexo errante

Se había congregado mucha gente delante de la casa de la señora Nicoleta para acompañar al señor Titi en su último viaje y, aunque al señor Titi le gustase de vez en cuando empinar el codo, era un hombre alegre y de confianza; menuda desgracia para su mujer —jóvenes, nunca sabes qué te depara el Señor—, pero al final ella lo acabó cuidando; se pasaba todo el día poniéndole compresas frías en la frente, lo llevó a todos los médicos y mira ahora con qué ostentación lo honra; la madera del ataúd, una maravilla, creo que de arce, y encomendó a algunas mujeres cocinar durante tres días la comida pa...
Translated from RO to ES by Luciana Moisa
Written in RO by Cristina Vremes

La reunión

Listo. He recogido mis cosas, el traje en su funda, el calzador para los zapatos y he entregado la llave. Me quedan seis horas al volante hasta llegar a casa, aunque la vuelta siempre se hace más corta. Bajo la ventanilla y, con la cabeza asomada, recorro la avenida principal de la ciudad. Refrescado por la noche y la velocidad, el aire me araña las mejillas y me recuerda a la aspereza de una esponja desmaquillante. Tengo la piel sensible y me cuesta aguantar el proceso por el que tienen que pasar los presentadores de las noticias para no parecer una luna llena en pantalla: les aplican en la c...
Translated from RO to ES by Luciana Moisa
Written in RO by Alexandru Potcoavă

Algunos minutos a la deriva

El día comienza antes de lo esperado. Había puesto la alarma a las 05:56 por muchas razones. Quería tener tiempo para meditar a primera hora y, al mismo tiempo, esperar treinta minutos para que la pastilla que mejora la función de la tiroides hiciera efecto antes de tomarme el café, y seguir luego con una serie de ejercicios que combinan la quema de grasas con la tonificación muscular, donde solo se emplea el peso corporal, sin olvidarme, entre tanto, de encender el calentador, porque el agua tarda cuatro horas en calentarse, así que tengo tiempo suficiente para terminar la secuencia de yoga ...
Translated from RO to ES by Luciana Moisa
Written in RO by Cristina Vremes

Un pitido

En el tren, durante el último tramo del trayecto, vio a través de la ventanilla roñosa los confines del cielo. Se levantó para mirar desde el otro lado del vagón y se acercó al hombre que dormía con la cara escondida tras la cortina y la mano derecha apoyada con firmeza sobre la bolsa de viaje colocada en el asiento de al lado. Vale, desde su ventanilla se veía lo mismo. Una manta pesada, añil, alineada con el vasto campo, plagado de matojos. Y en el extremo, un azul claro y despejado, como un mar lejano, suspendido entre el cielo y la tierra. En alguna parte, sobre la manta añil, asomaba el ...
Translated from RO to ES by Luciana Moisa
Written in RO by Lavinia Braniște
More in ES

Medsočje

Diario 21 de agosto       Me llamo Erik Tlomm y este es mi diario. Mi psiquiatra me ha recomendado escribir, parece ser que para recuperarme mejor. Pero ¿a quién debería escribir? ¿A él? ¿A mi mujer, Lina? No va ser a ella a quien precisamente le enseñe mis escritos. Cuando le expresé mis dudas, el psiquiatra me contestó: «Escriba para sí mismo». De manera que me compré un pequeño cuaderno de piel y me encuentro aquí, en el escritorio, para escribirme el diario, por mucho que no pueda librarme de la sensación de que escribo también para otra persona. Pero ¿para quién? 22 de agosto       Voy ...
Translated from SL to ES by Xavier Farré
Written in SL by Mirt Komel

Sín titulo

Mis dedos, toscos por el trabajo y la vejez, me arañan las mejillas cada vez que me seco estas lágrimas que no me abandonan. Estoy convencida de que el mar no tiene fin y no sé de dónde me nace tanto sufrimiento, si ya estoy muerta por dentro. ¿No habrá paz después de que todo termine? Nunca he visto el mar, pero sé cómo se hacen los caminos. Al agua nadie la atrapa, va siempre por donde quiere, pero yo sé encauzarla y sacar partido de esa tenacidad suya, antes de que se me vuelva a escapar y huya hacia los confines para llenar los vacíos de mi desconocimiento. Todavía no he llegado a vislumb...
Translated from PT to ES by Sara De Albornoz Domínguez
Written in PT by Daniela Costa

Sin título

Tumbada de espaldas, en el suave confort de las sábanas, con la mirada fija en un punto invisible del techo de la habitación, Carlota se esforzaba por regular la respiración que se mantenía alterada desde que el sueño ansioso que estaba teniendo la despertó. Ya ni se acordaba de lo que estaba soñando realmente, solo recordaba la sensación desesperada de ese despertar abrupto en mitad de la noche. Y desde ese momento intentaba de todas las maneras posibles, pero sin éxito, bajar el ritmo cardiaco. Desistió, echó hacia atrás el cobertor y se levantó de la cama, no sin antes escuchar una queja en...
Translated from PT to ES by Sara De Albornoz Domínguez
Written in PT by Patrícia Patriarca

Punto de fuga

Trata de un hombre que no quiere perder el camino de vuelta a casa. Está  hecho de masa de pan. Se pone en marcha. Cada pocos metros, el hombre  arranca de un pellizco una miguita de sí mismo y la deja caer. Primero de  un brazo, hasta que lo termina. Después las orejas. La nariz. De un pellizco  se abre un agujero en el vientre. En la escena siguiente miramos por el agujero  del vientre del hombre. A través de él vemos, a lo lejos, una casita. Detrás de  la ventana hay una anciana de pie junto a una mesa. Está amasando pan.  Música conmovedora. Fin.  Trata de alguien que es feliz, pero no tan...
Translated from NL to ES by Guillermo Briz
Written in NL by Maud Vanhauwaert

Bubblegum Blues

23,40 euros. Es el importe que indican las cifras de color verde fosforito en  la pantalla de la caja. Unas manos pálidas y arrugadas depositan con cui dado las monedas amarillas y marrones en la bandeja de la ventanilla, una  por una, junto a un billete de veinte euros. Inmediatamente después cier ran la cremallera del monedero mientras se oye susurrar a su propietaria. —Tranquilo, ahora te doy tu billete —le dice a su perro que, al igual que la  mujer, permanece fuera del plano.   Cuando la bandeja se desliza de nuevo hacia ella, las monedas han  desaparecido y en su lugar hay dos billetes d...
Translated from NL to ES by Guillermo Briz
Written in NL by Carmien Michels

Dirección única

      Me he olvidado de echar la postal al correo, pensé mientras vomitaba una papilla negruzca entre los matorrales que había al lado de la carpa del concierto. Le di las gracias a la desconocida que me sujetaba la coleta, en un portugués que sonaba mucho más fluido que cuando estaba serena. Me preguntó si me las apañaba yo sola. Respondí levantando el pulgar. Poco después volvía a estar entre los matorrales.       Lisboa era el punto final inevitable de un verano insuperable, de festival en festival. No había vuelto a casa desde que mi madre nos echó a mis hermanos y a mí. Cuando se me acaba...
Translated from NL to ES by Guillermo Briz
Written in NL by Carmien Michels