View Colofon
Original text "Platvis" written in NL by Nikki Dekker,
Other translations
Published in edition #2 2019-2023

Pez plano

Translated from NL to ES by Daniela Martín Hidalgo
Written in NL by Nikki Dekker

Floto con la cara en el agua y me mantengo tranquila. Sin prestarle atención a nada, sin poner energía en nada. Solo mantenerse flotando. Respirar lenta, muy lentamente. Burbujitas que me cosquillean en las mejillas al subir y estallar.

En el último momento, mi cuerpo se sacudirá, el vientre se me contraerá para obligar a mi boca a abrirse y en ese momento sacaré la cabeza del agua con decisión y calma y tomaré una profunda bocanada de aire.

—¡72 segundos! —gritará nadie.

Es esta una destreza que no te lleva a ninguna parte en la vida. A lo sumo, más cerca de ti misma.

Estoy sentada en el fondo de la piscina y observo a los que me pasan nadando por arriba. Con la yema de los dedos palpo la aspereza de las juntas de los azulejos.

¿Cuándo lo supe? Siempre lo he sabido y aún no lo sé. En mi memoria todo sucede a la vez. Me veo como una colección de polaroids colocadas unas al lado de otras en una nevera. Los segundos durante los que se presiona el obturador evocan el relato completo en imágenes: ahí está sentada en mi regazo, ahí recorro el pasillo, ahí estoy de pie al borde de la pista de baile y una antigua compañera de colegio me cuenta que es lesbiana y yo le digo: «Creo que yo también un poco».

Siempre se me ha dado bien aguantar la respiración.

&

La puerta de atrás está abierta y de cuando en cuando se cuela una brisita. Estoy sentada en la silla de oficina supermoderna que mi padre acaba de comprar, frente al ordenador supermoderno que tenemos desde hace un año: una pelotita blanca y pequeña de la que sale un rabo con una pantalla enorme. La mesa es tan amplia que puedo cruzar cómodamente las piernas estiradas sobre el tablero. Está vacía, a excepción de una caja de cerillas. Las pantorrillas, resbaladizas de sudor, se me deslizan una contra otra.

Es el 2003.

«Non c'è, non c'è vita per me».

Una a una enciendo las cerillas, miro cómo cada llamita se arrastra hasta la yema de los dedos y soplo entonces para apagarla.

Espero una solución a un problema que no sabía que tenía.

«Senza risposte ai miei perché adesso cosa mi resta di te».

No tengo aún quince años y ya soy una nostálgica, escuchando una canción que no entiendo. Me veo sentada de niña en el sillón trasero de un Volkswagen: la cabeza apoyada en la ventanilla, las farolas trazan haces de luz en el aire. La percusión y el coro de fondo están muy seguros de lo suyo.

Así es como paso el verano: pongo el CD de mi padre y juego gratis en línea a un juego en el que tengo que reventar bolas de colores lanzándoles bolas del mismo color. No es un juego en el que ganes o pierdas. Solo se juega. Cada explosión es un pequeño estremecimiento de emoción. Vuelvo a lanzar otra bola. Tarareo la canción. Cojo otra cerilla. Abro la ventana del MSN donde aparecen y desaparecen los nombres de mis amigos, con emoticonos de rosas y arcoíris. Non c'è, non c'è. Jitske está disponible. Jitske no está disponible. Thijmen está disponible. Anne está disponible.

—¿Le has dado un beso a Lisanne? ¿De verdad?

—No —tecleo.

—Ella dice que sí.

&

En unos minutos, un pez plano puede imitar perfectamente el color que le rodea. Sus ojos, situados en la parte frontal del cuerpo plano, miran los azulejos a su alrededor y el cerebro manda señales a las células de color del cuerpo que, basándose en esa información, absorben pigmento o lo drenan. Siempre y cuando no nade, no es apenas posible distinguir a simple vista a un pez plano en el fondo del mar. En cuanto empieza a moverse, es cuando lo ves.

&

Elegimos una familia, construimos una casa y le regalamos una piscina a la hermana mayor. Cuando se sumerge en ella y unos pechos como los de la Barbie, apretados en un pequeño bikini, rozan el agua y empieza a nadar a braza, paramos el juego y le quitamos la escalerilla. Miro al personaje con los brazos en alto, grandes signos de exclamación sobre la cabeza, furiosa, asustada, por fin quieta.

Los Sims es una abreviatura de «Los simulados». Los ficticios, personas inventadas. No son reales. Toda una generación creció torturando o asesinando alter egos. Los métodos más inventivos y otros muchos se debatían en los foros. Como ejercicio para nuestra vida adulta, buscamos pelea, prendemos fuego a la casa, acogemos a veintitrés perros y encerramos al padre en la habitación. Ya llega: nos estamos volviendo personas. O, de manera terriblemente convincente, hacemos como que lo estamos.

&

Un papelito arrugado en el felpudo de la entrada: ya no somos amigas. Las chicas se cuentan lo que han dicho otras chicas. Ya en la escuela íbamos de una casa a otra metiendo cartitas en los buzones donde ponía quién nos parecía una idiota. A veces caminas conmigo, a veces eres tú la que escribe esas palabras crueles. La amistad es una cadenita que una puede ponerse algunas mañanas mientras otras se deja en el cajón.

Anne dice:

—Le pregunté que a cuántas personas había besado y dijo que a tres: Jordy, Bas y tú.

O a lo mejor eso es después. A lo mejor estoy frente al ordenador, la soporífera música de ascensor de Los Sims en los altavoces. Le amueblo una casa a Tony, que lleva una cadena dorada y es tímido. Le coloco un flipper en la cocina.

Mi hermano pequeño llega a casa. Su bolso de entrenar al fútbol huele a briznas de hierba pisadas, desodorante adolescente y sudor rancio. Lo deja a mi lado.

—Los chicos del equipo dicen que eres lesbiana.

Frunzo el ceño.

—Vaya gilipollez —respondo.

&

Un pez plano nace como cualquier otro pez: un armazón oval con dos aletas y una cola, la boca en la parte delantera de la cabeza, en ambos lados un ojo. Cuando llega a la pubertad, los ojos cambian de lugar. Mientras sus huesos cambian de posición para hacerse más plano, el ojo izquierdo se desplaza hacia el lado derecho. En unos días, la piel se le colorea: la parte inferior, blanca; la superior, color arenoso, granulado, para adaptarse de manera perfecta al entorno. Yace en el fondo del mar, irreconocible sobre la arena. Sus ojos son dos piedrecitas negras que ven ahora todo de otro modo.

&

Coloco las cerillas en fila, las cabezas ennegrecidas de manera alterna, una hacia arriba y otra hacia abajo. Los pies se balancean sobre el tablero, tamborileo los dedos en la mesa para no tener que teclear.

«¿Qué tenía yo que haber hecho?».

Podías haber fruncido los labios. Podías haber apelado a tu derecho a la intimidad. Podías haberte inventado a alguien más. Pudiste cerrar el chat y decir que la conexión a internet se había caído. Tus padres podían haber entrado a la habitación. Podías haber tenido que hacer los deberes. Podías haberte negado a responder. Podías haber dicho «dos». Podías haberte guardado para ti sola esa parte, haberte callado, podías haber cerrado la boca con fuerza. Con un puño. «No», podías haber dicho, «en realidad no pasó nada». «No», podías haberte dicho a ti misma, «tú no existes». Podías haber apretado una mandíbula contra la otra y haber sonreído.

&

La BBC ha replicado un cuarto de estar en un acuario: baldosas blancas y negras, tapizado a rayas y una chaise longue moteada. Es un desafío para la sepia: virtuosas del camuflaje, pueden cambiar, no solo de color, sino también de apariencia. Extiende sus protuberancias o aletas cuando el entorno así lo requiere y después empieza a parecerse a un alga cabreada, un trozo de coral, un fondo arenoso o una roca con anémonas.

La sepia se tumba en el suelo, se vuelve blanca y negra e intenta distintos estampados: una alfombra de cebra o un rectángulo blanco en la espalda. Sigue buscando y se da cuenta de que está más cómoda en la chaise longue. Su parte superior pasa ahora a estar moteada de flores.

Este no es un ejercicio inocente. La sepia se adapta para poder atacar. Se desliza sin ser vista por el fondo y sopla sobre la arena. Con uno de sus rápidos tentáculos atrapa a los animalitos que se sobresaltan con su presencia. Desaparecen en su boca en forma de pico.

&

Cuando atravieso el enorme vestíbulo, con mi mochila Kipling azul repleta colgada del hombro, se me acercan una por una: que si es cierto, que si yo de verdad, que han oído, que si a lo mejor… y no las dejo terminar. Les cuento lo que pasó: cómo fue ella la que de repente empezó a besarme, de la nada, cómo incluso intentó meterme mano, mientras que yo de verdad que para nada quería. Que no se lo había contado a nadie porque no quería que la acosaran, pero que yo ahora tengo que aclarar un par de cosas. La única bollera de la escuela es ella. Yo nunca se lo hubiera pedido.

No es que yo sea popular, pero tengo más amigos que Lisanne, y antes del recreo del mediodía todo el mundo sabe ya la historia. Cojo un KitKat Chuncky del expendedor, tiro el bocadillo a la papelera y vuelvo a repetir toda la historia. Siempre y cuando mi público está interesado, suelto el monólogo.

—No tengo nada en contra —sigo—. No pasa nada si eres lesbiana, y tampoco me molesta que haya intentado ligar conmigo. Pero que vaya por ahí proclamando esa historia como si fuera algo recíproco, pues eso no es verdad.


&

La vergüenza es mayor y más desagradable de lo que me había imaginado. No se expresa bajando los ojos o con un rubor en las mejillas o un tartamudeo, sino en fórmulas desconsideradas —«siento que hayas tenido la sensación de que»— y en la telaraña de historias que trae aparejada. Me avergüenzo de lo que pasó con Lisanne y me avergüenzo de lo que le he causado a Lisanne, me avergüenzo de que ella me haya dejado hacerlo y me avergüenzo de aquello en lo que me he convertido y de lo que he hecho de Lisanne.

Medio año después, viene a la escuela con tiritas en las muñecas. Susurros, murmullo de nucas en impermeables que se dan la vuelta bruscamente, y luego esas risas cuando alguien se cruza con ella en el pasillo, le quita la tirita y todos ven que no hay nada. Una piel pálida fabulosa.

Y que aún sé cuán suave se sentía contra mi vientre.

&

Cada recuerdo se reproduce en el enorme vestíbulo del edificio del instituto, que ya no sigue en pie. Sueño con ese vestíbulo. Los azulejos amarillos verdosos contra las paredes. No tengo exámenes que rendir, no hay ninguna materia en la que tenga que ser competente. No debería estar aquí. ¿A qué he venido entonces? Estoy mirando el horario, no sé adónde debo ir. El vestíbulo es de piedra, cada sonido deja un eco tras de sí. Las baldosas, las perchas, el vértice en el que convergen cuatro pasillos, de manera que desde cada dirección puede venir andando un espectador, alguien que me mire en el trayecto y me diga: «Ella fue la primera chica a la que besaste y tú has hecho de ella una embustera».

Vuelvo la vista atrás en el tiempo y me veo desintegrándome en pequeñas gotas. Ascienden y empiezan a girar sobre sí mismas, y yo me desplazo por mi memoria, sobre el linóleo verde del suelo del gimnasio donde están dibujadas las líneas de los campos de fútbol, baloncesto, voleibol, bádminton y hockey, si bien aquellas dentro de las que los niños deben caer siguen invisibles. Siento las rozaduras calientes que me salen al jugar al quemado y empiezo a girar tan rápido que me vuelvo magnética igual que la tierra, atraigo toda la historia hacia mí y el mundo retrocede, esto no te incumbe, esto no tiene que ver contigo, pero todo desaparecerá en mis labios que aun así siguen diciendo la misma frase: «No pasa nada si eres lesbiana», y alzo los brazos y hiendo el mar y miro: ahí yace el pez plano, boqueando para poder respirar.

More by Daniela Martín Hidalgo

No quiero ser un perro

ACABAR CON EL MAL DE AMORES, tecleo. Esto tiene que terminar ahora. Veo historias de gente, no quiero historias, quiero soluciones, no compasión. TRANSFORMACIÓN, tecleo. Google dice que se da transformación en las matemáticas y en la genética. Elijo la segunda y hago de ella mi primera elección. Estoy cansada de este cuerpo que ha besado demasiada gente, que quizá esté dañado —me he conducido de manera temeraria, demasiado ocasional; tiene que desaparecer, ser distinto y mejor. Transformación genética. Una cura detox con zumos resplandece en la pantalla. «Transfórmate en una nueva versión de t...
Translated from NL to ES by Daniela Martín Hidalgo
Written in NL by Alma Mathijsen

En casa

El molino, el camino al río, el pozo, los caballos, las vacas y el trigo. Los cubos resquebrajados llenos de tomates rojos de sangre, tarros apretados con encurtidos para el invierno. La corriente estrecha del río Séverski Donéts, que engarza todos los campos, aprieta Rusia contra Ucrania, mantiene junto el mapa, como mi bisabuelo Nikolái cosiendo abrigos con hilo y aguja. El viento en los lienzos del molino, las chicas del komsomol en la plaza principal del pueblo. Bailan. Se toman del brazo unas a otras, se mantienen en equilibro al oscilar con el cuerpo hacia los lados y apoyarse con fuerza...
Translated from NL to ES by Daniela Martín Hidalgo
Written in NL by Lisa Weeda

La evolución de una muela

47 noches aún El higienista dental me saca el gancho de la boca. —¿Ves? —pregunta casi orgulloso. En el gancho hay una capa de saliva grisácea. —Sale de la bolsa. Una palabra extraña para un hueco entre la encía y la última muela. Una bolsa suena grande, como algo en lo que guardas las llaves, puede que incluso gel hidroalcohólico o un teléfono. Todo lo que hay en mi bolsa son restos de comida triturada de hace meses. No mucho después se nos une el dentista. Me señala la mandíbula en la pantalla del ordenador. La muela del juicio inferior derecha está tumbada, sus raíces apuntan hacia ...
Translated from NL to ES by Daniela Martín Hidalgo
Written in NL by Alma Mathijsen

Cal

Mira, las manchas de cal de la alcachofa de la ducha tardan un tiempo en salir. Ahora que cuelgo aquí con la manguera de la ducha alrededor del cuello, mitad en el pasillo y mitad sobre la escalera, pienso: si todos mis colegas hubieran visto el baño, lo hubieran sabido. Si todos hubieran subido una vez, como Emma aquella tarde, habrían contemplado la alcachofa, abierto y cerrado el grifo, mirado los cristales manchados de cal de la mampara, visto los pelos de la barba de tres días, afeitada con prisa, caídos sobre el lavabo, y sabido: este tío está totalmente por los suelos, debemos salvarlo....
Translated from NL to ES by Daniela Martín Hidalgo
Written in NL by Lisa Weeda

Preparar un cuerpo

Hay mundos enteros bajo nuestra piel. Al menos, si crees en las ilustraciones. A veces no estoy segura. Me cojo la clavícula. Sobresale si levanto los hombros. Lo hago a menudo. La clavícula es un hueso robusto pero delgado. Podría romperlo. Quizá no con mis propias manos, pero si la golpeo con algo pesado, esa escultura de piedra maciza por ejemplo, entonces seguro. No se necesita mucho para hacerse pedazos. No hay más que atragantarse una vez y ya ha pasado. ¿Dónde quedan colgados en la garganta los nudos que no se deshacen? Más allá de las anginas que se me balancean en la parte de atrás de...
Translated from NL to ES by Daniela Martín Hidalgo
Written in NL by Nikki Dekker
More in ES

Hilos

No empiezo a buscarla conscientemente. Siento una conexión con ella alarmante e inexplicable y su desaparición me desconcierta. Cuando despierto, me pregunto dónde duerme y cómo vive, y sigo pensando en ella, masturbándome con suavidad y sedosidad bajo las sábanas, mientras observo las nubes a través de la ventana abatible. Cuando camino entre los puestos de fruta de nuestro barrio, paso las yemas de los dedos por las naranjas hasta que encuentro una que me recuerde a ella, una con los poros perfectos. Acabé en sus clases de yoga por un persistente dolor de cuello. El fisioterapeuta me recome...
Translated from NL to ES by Carmen Clavero Fernández
Written in NL by Hannah Roels

Elogio Del Huracán

Siempre he disfrutado de la violencia de lo cotidiano: por ejemplo, la de un vaso que se rompe en la oscuridad. A veces me pregunto si este recuerdo es realmente mío. Revivo la escena con una alegría difícil de contener. El objeto que cae y se desintegra y se hace estrépito sordo y luego tumulto de voces en mitad de la noche. Mi madre le da al interruptor para que se iluminen los vidrios desperdigados. Su mano abierta en el aire, por encima de mí. El sonido de la bofetada que no se parece en nada al sonido del cristal contra el suelo y la sensación de comprender que todo forma parte de la cere...
Written in ES by Alejandro Morellón Mariano

I panda di Ueno

Desde que habían nacido los niños, o quizá desde que me había registrado en las redes sociales, o incluso desde cuando el trabajo me obligaba a comunicarme de manera clara y alusiva, a hacer, en resumen, referencia a cosas conocidas en vez de inventarlas, dividía mi tiempo en tiempo real, o sea, el que podía contarme en mi «idioma verdadero», y el tiempo falso, es decir, aquel en que tenía que hablar por categorías, dentro de unos registros o por emulación de comportamientos. Leía en las novelas sobre hombres tenaces y con fuerza de voluntad que se levantaban a las cuatro de la mañana, se dab...
Translated from IT to ES by Inés Sánchez Mesonero
Written in IT by Arianna Giorgia Bonazzi

Very Important Person

      Otra vez me he pasado el día mirando los números iluminados sobre el ascensor. 8… 7… 6…5…4…3…2…1… «Buenos días, señor Seljak». Lo saludo al menos porque yo cumplo con mi deber profesionalmente. Me contesta con su silencio, él también es un profesional. Cuando tengo suerte, en su pétreo rostro se dibuja un surco. Si él está de humor, levanta la ceja derecha como si quisiera decirme: «Ya sé que estás aquí, pero yo tengo pensamientos de director».        Cuántas veces me habré dicho que lo deje en paz. Que puesto que me ignora yo también le voy a contestar ignorándolo. Pero mi madre me ense...
Translated from SL to ES by Xavier Farré
Written in SL by Andraž Rožman

Oda a la hermandad

Vi cómo Andrei se alejaba y entonces empecé a quererlo. Vi su mochila negra, abultada, que llevaba como un escudo a la espalda. La llevaba tan llena que era evidente que no estaba de camino, que no iba a ninguna parte. Si se adentrase así en las montañas, la mochila lo arrastraría hacia atrás, hacia el abismo. Las cremalleras estaban estropeadas, en cualquier momento podían soltarse y reventar, y yo me imaginaba que la mochila se desplegaba, como un airbag, un hinchable, cada vez más grande, como un paracaídas que tiraba de Andrei hacia arriba y lo llevaba allí donde debía estar. En primero d...
Translated from NL to ES by Carmen Clavero Fernández
Written in NL by Yelena Schmitz

El dilema del paraguas marrón La primera puerta a la derecha Nada

Había una vez, en la realidad, un paraguas marrón. Era ese tipo de paraguas  grande, con mango de madera, debajo del cual caben hasta dos personas.  Vivía en una heladería, en un rincón polvoriento. Dentro, se habían hecho  la casa unas cuantas arañas de patas largas. Una noche..., era una noche de  verano, el paraguas abrió los ojos y decidió: “Me voy”. El problema era que  el paraguas marrón no tenía piernas y no podía irse a ninguna parte por sí  solo. Alguien se lo tenía que llevar.   Al día siguiente, por la mañana, Carl abrió la heladería, como de  costumbre, y se sentó detrás del mostra...
Translated from RO to ES by Corina Oproae
Written in RO by Anna Kalimar