View Colofon
- "17, 18" translated to SL by Natalija Milovanović,
- "17, 18" translated to PL by Aleksandra Wojtaszek,
- "24" translated to RO by Virginia Popovic,
- "24" translated to CZ by Markéta Chlebovská,
- "Diário da Vida" translated to PT by Ilija Stevanovski,
- "24" translated to NL by Pavle Trkulja,
- "24" translated to IT by Sara Latorre,
Ivana Palibrk
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22 de diciembre de 2014. Diario de Vida
La espectral naturaleza en la plaza de España se plasmaba en la impresión que dejaba de la grandeza de una civilización anterior que había dejado de tener sentido en la época moderna. ¿De qué le sirve a una potencia colonizadora una plaza de semejante tamaño, dividida pomposamente en provincias españolas, prevista para festividades de tiempos pasados? El carruaje daba vueltas a la fuente ofreciendo a los turistas una simulación barata de la nobleza. Está bien, por lo menos aquí no hay Segway. Un caballo, aprovechando el descuido del cochero, se libró del yugo y se fue al galope hacia su recién conquistada libertad. Dejando atrás la confusión, los clics de las cámaras intentando captar la escena y el arocíris bajo el sol dentro de la fuente, en medio de la plaza, se fue corriendo al parque María Luisa. Esta Disneylandia para adultos resultaba apacible y surrealistamente idílica. Pasó corriendo al lado del magnífico Ficus macrophylla, salido de una ilustración fantasmagórica de un cuento de hadas para niños, instalado en el parque entre las palmeras y el resto del follaje, elevando, monumental, sus raíces sobre la tierra como si de su propia copa al revés se tratara. Una paloma aleteó desde el árbol, sobrevolando las fuentes de estilo mudéjar para ir hacia los suyos, reunidos alrededor de una pequeña isla con los patos y los cisnes. Al aterrizar en el suelo, le dijo algo a un amigo que, inmediatamente después, salió volando para dibujar un amplio círculo sobre las cabezas de dos personas curiosas y, habiendo atraído su atención, se posó teatralmente encima de un árbol. Enseguida, esas dos personas se dieron cuenta de un enorme número de palomas blancas posadas en aquel árbol. Cruzaron el puente, observaron la escena con patos y pájaros y continuaron hacia el templete para echarle un vistazo al parque desde lo alto. A su lado pasó corriendo una niña que, al detenerse cerca de una verja en la que estaba grabada la palabra NO8DO, miró a través de las rejas el paisaje del parque y siguió adelante. Se detuvo, fascinada, al ver a otras dos niñas que gritaban de felicidad y se dirigían en un vehículo hasta el centro de plaza de América. Tras dar la vuelta alrededor de la plaza, se dieron de bruces con la imagen inquietante del caballo que yacía muerto dentro del Pabellón Mudéjar, complacido por haber vivido los últimos minutos de su vida como revolucionario, defensor de los derechos de los caballos.
Víctor estaba parado en plaza de España mientras escuchaba a través de sus auriculares la canción de Zdenka Kovačiček Te quiero como a un caballo. Debido a las necesidades de su investigación, hizo veinticuatro fichas con notas siguiendo las pautas del diario de Vida y de lo que había ido descubriendo durante la investigación.
Decidió colocar las piezas del rompecabezas en los asientos de las provincias españolas delimitadas con los azulejos, mostrando vívidas escenas de la historia de cada región. Había construido unos minialtares dedicados a cada episodio que concernía a Vida y se acercaba a ellos con sumo respeto y contrición, intentando comprender su lengua secreta. Tenía bastante suerte con el hecho de que esta pulcra y espectral plaza no estuviera repleta de los visitantes que estaban apretados en las estrechas callejuelas del centro de la ciudad, intentando aprovechar las rebajas navideñas. Los policías se le acercaban de vez en cuando para averiguar qué hacía. A pesar de causarles bastante recelo, conseguía asegurarles con gran habilidad que era demente. Se apañaba como podía para que las fichas con las notas no se fueran volando y conseguir que se quedaran sujetas encima de los azulejos. Recogió del apartamento todo lo que pudo y se lo llevó consigo para que le sirviera de soporte.
Las tijeras, la funda del móvil, la caja para la cinta celo, la calculadora que encontró en el apartamento, el cargador del teléfono, un lápiz, el mando del aire acondicionado, una naranja, el mechero para el gas, el prensador de ajos, un mechero normal, un disco duro externo, la guía de Andalucía, el libro El peregrinaje de Arsenije Njegovan, una caja de aspirinas, el dictáfono (roto), un azulejo que servía de soporte para la pastilla de jabón, un imán de la nevera (arabesco con el nombre de Granada), las llaves del piso de Belgrado, un platillo de cerámica para el incienso, un chocolate Ritter Sport, negro con avellanas enteras, un USB, un pintalabios y un pequeño espejo.
Le resultaba muy necesario diseccionar esta realidad, observarla tal y como estaba escrita, de forma aparentemente discontinua y caótica, pero, en realidad, en perfecta correspondencia con el temperamento pseudorromántico de Vida. Se balanceaba, inquieto, de un pie a otro, para enseguida ponerse a correr de ficha a ficha, intentando encontrar la línea lógica que formaban cada uno de los fragmentos del relato de Vida. A lo lejos se oía La arabesca de Debussy. Él no la podía escuchar porque en sus oídos sonaba a tope la música de su teléfono y en su cabeza el coro compuesto por las frases de Vida. Estas colgaban sobre su conciencia como una caption de las redes sociales que se hubiera quedado grabada junto a la evocación visual que la estaría siguiendo. Todas estas voces, sonidos, interiores y exteriores, iban bajando de tono mientras el ritmo de la llamada, que adquiría la forma, cada vez más clara, de la canción de guerra, iba subiendo.
Fragmentor llama a
Los hijos de las noches maníacas
Fragmentor está rechinando los dientes
Grita en medio de la noche
Fragmentor es disléxico
Sinapsis son sus nuevas sílabas
Fragmentor tiene tics
Fragmentor caza el tiempo
Fragmentor se traga las comas
Fragmentor es un emoji
Fragmentor es un fantoche
Fragmentor hace crujir sus dedos
Fragmentor disfruta haciendo rimas
A pesar de no saber contar
Fragmentor eructa constantemente
Mientras el tumor en su cerebro rezuma secreciones
Fragmentor se inventa nicks
Fragmentor ni siquiera existe
Fragmentor ama a los freaks
Fragmentor es My Love Story
«¡Ahora no tengo tiempo para la poesía! ¡No lo tengo!», se vociferaba a sí mismo, sin entender siquiera por qué el tiempo se le escapaba constantemente. ¿Qué es un tiempo bien empleado? ¿Acaso ha estado buscándolo hasta ahora o lo ha utilizado correctamente?
Lo que no le quedaba claro era el motivo de su implicación en esta supuesta asociación. ¿Quizás se tratara de espías o de los miembros de algún servicio secreto? De ser así, ¿nuestra policía los tendría fichados? ¿O bien se trataba simplemente de unos turistas que, a falta de sentido en sus vidas, buscaban sentir emoción? ¿Tal vez se pueda fisgonear a los agentes de otras organizaciones? En caso de que esto hubiera sido cierto, ¿a lo mejor su compañero de viaje habrá llamado a la policía? «Esto es absurdo, estoy entrando en paranoia».
El principio masculino y femenino, «La mano de oro», el peinado, Tenerife, Marruecos, ¿quién le puede pillar el truco a todo eso?
Sintió una fuerte necesidad de penetración. Le vino a la mente de repente, como un pensamiento antiestrés. No tanto dando como recibiendo. No le suena que antes jamás hubiera pensado en pegging, pero ahora sentía la necesidad indescriptible de que una mujer le penetrara. El principio masculino y femenino.
Le envió un mensaje al dueño de un bear club, preguntando dónde podía encontrar un club de dominatrix en la ciudad; a propósito de la investigación, por supuesto.
Estuvo hasta la tarde gugleando cómo prepararse para todo ello. Una vez bañado y después de haberse puesto el enema, se fue al sitio acordado.
Le pidió a la chica que respondiera al nombre de Vida. Mientras acechaba a su alrededor, en el momento de máxima excitación le dijo:
—Tú eres mi Vida.
—Basta ya de parloteo. La vida te la va a meter ahora —le respondió.
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23 de diciembre de 2014. Diario de Vida
Por debajo de los arcos del puente pasaban los palistas de kayaks y se alejaban hacia el horizonte de Sevilla, adornado por el anochecer. En el césped de la orilla opuesta estaban tumbados o hacían ejercicio quienes se agarraban a cada minuto de sol disponible. En un barco se encontraba un hombre con una urna, un gato y un bolso hecho de retales. Su intención era arrojar las cenizas de su difunta esposa Soledad al Guadalquivir, pero se dio cuenta de que el bochorno de Sevilla sería una morada eterna inapropiada para los restos de su taciturna y sombría excompañera de vida. Fue entonces cuando decidió irse y arrojar sus cenizas al lago Baikal.
Por otro lado, veinticuatro ciclistas cruzaban el puente en busca de velas de adviento con la fecha de caducidad expirada.
No podía esperar. Tenía que ser productivo. Con su mochila a espaldas, veinticuatro llamadas perdidas y decenas de mensajes, correos electrónicos y notificaciones no leídas, deambulaba por Sevilla con una misión más o menos clara. Luciendo una barba descuidada, zarrapastroso, llevando ropa que se había dado de sí de tanto ponérsela, limitado por las posibilidades que le ofrecía su maleta de viaje, se puso a preguntar a todo el mundo por una barbería en la que pudiera cortarse el pelo y afeitarse. Iba de una parte de la ciudad a otra, para tantear el lugar, pero la gente solía echarle de las barberías nada más dirigirles la palabra, diciéndole que ya no estaba abierto, que era la hora de la siesta, que el festivo estaba a la vuelta de la esquina, que llamarían a la policía. Se agarraba a un clavo ardiendo con aquel relato sobre la asociación secreta de los barberos que gobierna el mundo, desesperado, mientras que la desconfianza de los fígaros locales alentaba la paranoica idea que acababa de tener.
El ano le dolía de la noche anterior y, cada vez que iba a sentarse, se volvía dolorosamente consciente de su reciente experiencia. Por eso, en vez de pararse a descansar, seguía deambulando por Sevilla.
En la plaza Macarena, le venció un enorme cansancio. Se acordó de esa horrible canción que fue todo un éxito en los noventa y se sentó a descansar. El sol le daba directamente a los ojos, por lo que tuvo que cerrarlos y beber de esa regalada fuente de vitamina D. Cuando los abrió, vio la muerte a través de un destello y a Los del Río jugando al ajedrez en la plaza. Bergman, ¡Dios santo! ¿De dónde sale ese cartel? Espera, ¿esto es un cartel? Observó esa imagen como si la viera en movimiento y no como material publicitario estático y, de repente, todo se volvió silencioso en la plaza y él se quedó con esa estampa como si fuera un fragmento en blanco y negro dentro de un paisaje colorido. La muerte estaba ganando la partida e iniciando su baile, pero él ya no se sentía tan poético. La muerte bailaba la macarena con aquellos a los que iba ganando.
Now don’t you worry about my boyfriend
The boy who’s name is Vitorino
I don’t want him, couldn’t stand him
He was no good so I
Now come on, what was I suppose to do
He was out of town and his two friends were so fine
Come find me, my name is Macarena
Always at the party con las chicas que están buenas
Come join me, dance with me
And all you fellas chat along with me
En el éxtasis orgiástico de la melodía trash bailaban la macarena sin parar, repitiendo los versos y la coreografía una y otra vez, girando sobre ellos mismos y orientando los movimientos desacompasados hacia diferentes puntos cardinales. Ni siquiera le podéis dejar en paz a Bergman. ¿Cómo osáis arrastrarle por el barro de una manera tan banal? Le empezaron a rodear poco a poco, apretando el círculo de baile a su alrededor. ¿Acaso nada os es sagrado? Víctor apretó la mochila, la abrió buscando las tijeras e intentó ahuyentar esa visión con movimientos amenazadores, haciendo amagos de cortar con las tijeras aquel fotograma en blanco y negro como si formara parte de la pantalla. Con torpes intentos de apuñalar a un rival invisible, se apuñalaba a sí mismo en los muslos, inconsciente del dolor y de las manchas de sangre que se expandían, implacables, silenciosas como una metástasis por la que caminaban los heraldos mudos de la tempestad.
¿Por qué está todo tan exageradamente alto? ¿Qué tipo de trash es este? Es que no es trash, es metatrash. ¡No, es hipertrash! HIPERTRASHREALISMO, en el que todas las intertextualidades de este mundo están enredadas en una superestructura gigante que se eleva como una especie de rascacielos hiperrealista. En ella están prensadas todas las sabidurías de este mundo, los mitos de todas las civilizaciones, las fantasías de los patentes, las ideas futuristas, los versos kitsch de Marina Tucaković, las uñas esculpidas, las teletiendas, los aparatos Kirby, los vídeos de MTV, los vestidos camp, las costumbres paganas, el ateísmo y las cruces griegas, los aparatos Bang & Olufsen y los patos de goma, todas las putas rebajas de este mundo, las atracciones turísticas, el esmog, los pozos petrolíferos, las supernovas y las réplicas de las sitcoms estadounidenses. Todo se prensa, cede, se estira como un chicle en esa superestructura, todo vibra, desde la película rumana neorrealista hasta la viral pen pinapple apple pen. Todo se mastica y vomita mutuamente, se mezcla, se ajetrea y confluye en la paleta Pantone de las entropías de la carga emocional. Y tú también estás metido en esa estructura y cuando tienes suerte te montas unas pequeñas vallas, detrás de las cuales aíslas las huellas de la masa homogénea, tus pequeños microuniversos en los que la realidad es uniforme, creada a tu gusto. Hasta que no te sale la polla mediática para recordarte que formas parte del hipertrashrealismo, por mucho que te escondas detrás de las pequeñas vallas del contenido filtrado del homepage de Facebook, de AdSense y de tu círculo de amigos con afinidades parecidas. Nadie es inocente en la época del hipertrashrealismo, nadie es pertinentemente minucioso, todo el mundo está pringado y todos contribuyen a la catástrofe ecológica que esa superestructura impone al Habitat de Safdie mientras supura entre sus ingeniosos cubos.
Se sentó en el banco y se echó a llorar, apretando con fuerza las tijeras que tenía en las manos. Cuando su cuerpo se quedó frío y sus conductos lagrimales se quedaron secos brindándole un poco de paz, se dio cuenta de que todo eso era consecuencia del cansancio y de la depresión postsexual. La noche anterior había perdido, definitivamente, su virginidad, por segunda vez.
Completamente sereno, ya no conseguía ignorar lo evidente. Tenía que desinfectarse las heridas de alguna forma. Llegó tambaleándose hasta su casa y vertió la botella de vodka en uno de los trapos limpios de la cocina. Lo usó para frotarse las heridas. Quemaba.
Fragmentor gime. Fragmentor está tenso. Se avecina el sosiego.
Cogió el papel higiénico y envolvió con él las puñaladas en el muslo. El papel tenía calidad suficiente para aguantarlo. Lo pegó con cinta celo ajustándolo a lo ancho. Se tomó un trago de vodka para calmarse. Los vaqueros estaban bien, los rotos están de moda, de todas formas. Prosigamos.